Un atardecer, cuando se alargaban las sombras, mientras estaba sentada, callada e inmóvil, junto a una de las estatuas de mármol de Paul, oí que las estatuas murmuraban a mi oído, hablándome de un pasado que nunca podría olvidar & aludiendo taimadamente a un futuro que trataba de ignorar. Fluctuando como fantasmas a la pálida luz del sol poniente, que me decían cada día que podía & debería haber actuado de un modo distinto. Pero yo soy lo que siempre he sido: un persona regida por los instintos. Y parece que nunca podré cambiar.
Si hubiera espinas; página 13.,
No hay comentarios:
Publicar un comentario